Buenos días! Como cada miércoles os traemos la sección “cajón de sastre”. No puedes dejar de leerlo! El artículo viene de la mano de Quim Nogueras, que nos ha escrito el primero de una serie de 6, y aunque su profesión es otra bien distinta, este tema lo tiene como algo que le gustaría que llegase a mucha gente.
Ha impartido presentaciones en Mallorca y Barcelona, ha escrito bastante al respecto; y cada vez que lo escucho hablar de este tema me doy cuenta que es algo que realmente más gente debería saber o estar al tanto…
Así que le pregunté si le interesaba escribir para mi blog, compartir con todos lo que él sabe, y me dijo que sí. Así que no me alargo más y os dejo con este fantástico artículo. A disfrutar de la lectura!
La primera pieza del puzzle: el consumo de proximidad.
Cuando unas semanas atrás Eli me pidió que escribiera un post para su blog, de entrada pensé: no sabe lo que dice… se lo tirarán por la cabeza! empezarán a pensar que ella también es rarita… y ahora ¿cómo le digo que no? pero entonces no me dejará probar más recetas nuevas… y ya no hablamos de pedirle otro pastel…
Total, que aquí estoy. Y después de reflexionar largamente sobre cuál sería la solución menos mala a la trampa, he decidido que mi contribución a este cajón de sastre sería… un puzzle. Pero no un rompecabezas típico, sino uno de aquellos que están hechos de cubos, donde cada cara contiene una parte de un dibujo, y dependiendo de cuáles combinemos nos saldrán hasta seis resultados diferentes. Normalmente todos los dibujos de uno de estos puzzles giran alrededor de un tema común: los animales, los diferentes oficios, los medios de transporte, el mundo de los cuentos, etc. Quizás al final de esta serie de posts también descubriremos alguna historia en común en todos ellos, pero vayamos por partes.
Quien más quien menos ha oído hablar, aunque sea someramente, de algo que llaman «consumo de proximidad». A mí me parece una idea muy interesante, así que hoy os daré cuatro pistas sobre el tema, y tal vez así a alguien le entre el gusanillo.
Seguro que si nos dejaran escoger, todos preferiríamos comer verdura recién cosechada del huerto en lugar de la que viene de cientos (y a menudo miles) de kilómetros. Seguro que a todos también nos gustaría que el campesino recibiera más por lo que trabaja, en lugar de toda la cadena de intermediarios que se embolsan la mayor parte del precio que nosotros pagamos cuando compramos en un supermercado.
El problema es que quizás no conocemos suficientes agricultores cerca de donde vivimos para ir a comprarles su verdura, o no podemos desplazarnos, o nos falta tiempo. Con la intención de dar solución a estos problemas nacieron hace ya un tiempo los llamados «grupos de consumo de proximidad», algunas veces bajo la forma de cooperativas, asociaciones, etc. Estos colectivos negocian con varios agricultores locales o regionales unos pedidos de productos de temporada, normalmente a intervalos semanales o quincenales, y con un punto de recogida en algún local del barrio o pueblo, en un día y horario acordado.
Las ventajas son claras: los agricultores obtienen clientela nueva, estable, que paga mejor que el mayorista; los compradores obtienen un producto de calidad, a buen precio, y sólo tienen que encargarlo (a veces por internet mismo) e ir a recogerlo cerca de casa. Además, productor y consumidor se pueden comunicar directamente, lo que permite adaptar las necesidades mutuas, y resolver conflictos con más facilidad.
El éxito de estas iniciativas ha hecho que hayan sobrepasado el ámbito estrictamente agrícola, por lo que algunos grupos de consumo ya tratan con productos cárnicos, lácteos, textiles y otros.
Aquí tenéis una lista de cooperativas de consumo en Cataluña: http://www.etselquemenges.cat/cooperatives.
Lo que os he apuntado hasta ahora es la lectura práctica, en presente, del consumo de proximidad. La otra cara de estas iniciativas, y para mí la más interesante, es su utilidad de cara al futuro. Me explicaré brevemente, y ya volveremos a ello en los posts siguientes. En nuestro día a día, la mayor parte de lo que comemos lo podríamos etiquetar de «consumo de lejanía», que es el sistema agroalimentario que domina el mercado en los países ricos: comida producida a miles de kilómetros, tratada, envasada, refrigerada, y transportada hasta nuestro supermercado, para que los habitantes del primer mundo sacien su apetito y sus antojos, de lo que sea, en el momento que sea, a buen precio.
Con esto en mente, es fácil de entender que abandonar el consumo de lejanía en favor del de proximidad reduciría la contaminación por residuos plásticos que se esparce por nuestro planeta, y de manera significativa mermaría las emisiones de dióxido de carbono responsables del cambio climático.
Por último, y para quien quiera dar un paso más, quizás interese saber que si tenemos en cuenta todo el petróleo que utilizamos en el sistema de producción de alimentos (mecanización, riego, pesticidas, abonos, piensos, envasado, refrigeración, distribución) se calcula que por cada caloría que comemos en occidente, se han consumido nueve calorías de petróleo. Esta no es una cuestión baladí, cuando sabemos que nuestra capacidad de extracción del oro negro es limitada, y de hecho ya ha empezado su declive.
En la próxima entrada hablaremos un poco sobre eficiencia energética en nuestros hogares. Hasta pronto!
Verdad que es interesante? Cuéntame que te ha parecido!
Un abrazo!
Nubes de papel 
Buscaba este post pero no lo he encontrado hasta ahora que has publicado el segundo.
ME parece muy interesante el tema. Yo estaría encantada de poder comprar así estoy harta de comprar malisima calidad u encima cara. Si por aquí hubiera una iniciativa asi seguro que lo compraba.
Muy interesante el post.
Um besito
Verdad? es una lastima todo lo que se pierde por el camino, y la poco información que tenemos al respecto, Quim nos irá contando en los próximos post, gracias y un besito!
tiene toda la razon todos tenemes que mentalizarnos,es el bien futuro de nuestros pequeños